martes, 12 de julio de 2011

El cigarrillo

No sé cuándo habrá empezado a fumar el Gordo. Andrés Bufali, en Con Soriano por la ruta de Chandler, dice que prendía uno cada 10 minutos. El mismo Osvaldo reconoció que, como su colega y amigo Juan Carlos Onetti, no podía hablar en público sin uno entre sus labios. Jorge Lanata contó que fue testigo de un intento fallido de abandonar el vicio por parte del Gordo. El diálogo fue así:
-Volví a fumar.
-¿Por?
-Anteayer casi le doy una piña al dentista. Y hoy, cuando salía, le pegué una patada a un chico en la calle.
A los 54 años esa adicción lo llevó a la tumba, con una novela inconclusa (de la peor manera, porque es de esas que ya jamás podrán ser terminadas) y la mitad de la vida por delante. Sus personajes fuman (casi todos) y lo seguirán haciendo, siempre que habramos algún libro suyo y en cualquier página ojeada al azar lo veamos a él, en un habitación con poca luz y mucho humo, construyéndolos para nuestro deleite.

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